domingo, 8 de mayo de 2011

Explicacion falsa de mis cuentos por Felisberto Hernández

Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos. No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de si misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.

Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.

Autorretrato I

Modelo vivo, dibujante no

Murakami sobre la escritura

Fragmento del cuento “El ultimo jardín de la tarde” (traducción propia):

La memoria es como la ficción; o la ficción es como la memoria. Me dí cuenta de este hecho cuando comencé a escribir ficción, esa memoria parecía algún tipo de ficción, o viceversa. De cualquier forma, no importa cuánto uno trate de poner todo en una forma clara y definida, el contexto deambula para aquí y para allá, hasta que ya no está más. Lo que queda es una pila de gatitos acostados uno encima del otro. Llenos de vida, irremediablemente inestables. Después, para que todas esas cosas sean vendibles se los llama producto terminado –a veces es francamente vergonzoso sólo pensar en eso. Honestamente, me pone colorado de vergüenza y si yo me pongo así, estoy seguro que lo mismo le pasa a cualquiera-.
Aun asi, uno entiende la existencia humana a partir de estas actividades un tanto absurdas que descansan sobre motivos relativamente sencillos, y las preguntas sobre lo que está bien o mal prácticamente abandonan la escena. Ahí es donde la memoria toma el control y nace la ficción. A partir de este punto, se convierte en una máquina de movimiento perpetuo que nadie puede detener. Tambaleándose por el mundo, siguiendo un hilo sin cortar
Nos lanzamos hacia la nada. Esperemos que todo vaya bien, nos decimos. Pero eso nunca sucede. Ni sucederá. No funciona de esa manera.
¿En qué lugar nos deja eso? ¿Qué tenemos que hacer?
¿Qué hay para hacer? Yo, vuelvo a mis gatitos y los apilo de nuevo. Gatitos exhaustos, todos fláccidos y agotados. Pero aún si alguno se despertase y se descubriese apilado como leña para un fogón, ¿qué podría llegar a pensar? Podría, por ejemplo, levantar su cabeza y preguntar con desgano “¿qué está pasando?”. Si esto pasa –y siempre que no haya nada extremamente irritante en ello- hará mi trabajo mucho más fácil.
Esta es la forma en que yo lo veo.