jueves, 24 de septiembre de 2009

Notas de cata - Brasil


       Es fácil enamorarse de Brasil. En realidad es una pavada, casi una obligación. Si todavía no te pasó es porque no fuiste, y si te pasó vas a ver que es como te lo cuento. Te explico.
       Imaginate una mujer -u hombre, eso es cosa tuya- hermosa, apasionada, cálida y sensual, muy sensual. Tan perfecta que ni bien la miraste y admiraste ya sabés que nunca te va a dar bola. La seguís mirando, desahuciado. Cuando ella se da cuenta viene, te abraza y te besa. Cuando puedas, también vas a descubrir que su aliento tiene perfume a mango y abacaxi y sus labios son tiernos, arenosos. En el abrazo su cuerpo se pegó al tuyo, en perfecta unión, la sentís y presentís, completa. Van a seguir así mientras estés en Brasil, o mejor dicho: con Brasil. Y cuando tu avión despegue, la vas a perder con el necesario dolor de la partida.
       No te hagas problema, no la extrañes tanto. Cuando vuelvas, ni bien aterrizes, incluso antes de desabrocharte el cinturón de seguridad –que siempre es antes de lo que debería- ya va a abrazarte de nuevo, como antes y como siempre.
       Porque también es fiel.

JCh, TAM PZ0700, 15/8/09

Incidente en Copacabana


É a garrafa de cana, o estilhaço na estrada
Tom Jobim, Aguas de Março

      Acá estoy, sentado cómodamente en una incómoda silla de aluminio. Los pies apoyados en otra. Tan canchero, tan argentino. Es un bar de Copacabana. Clon de los demás que pespuntean la explanada ondeada. El sol de media mañana hormiguea en la cara. El vientito de mar refresca la escena y el chop mi garganta. Atrincherado detrás del vaso espumoso, el plato de camarones fritos y el servilletero. Acorazado por los RayBan, el Iphone y la Amex. Inalcanzable en este lugar de la cadena alimenticia.
      Gritos de varios hombres en un portugués inentendible, orillero. Vienen hacia acá. Dos mujeres blanquísimas llegan corriendo. Parecen gringas, pero se dicen algo en portugués sin orilla. Se agachan atrás del kiosco. Están nerviosas. Ahora aparecen los que gritan. Vienen por la senda para ciclistas. Son flacos. Color cobre, negro y cobre negro. Usan zungas, pies descalzos y pelo cortísimo. Caminan rápido, llenos de adrenalina. El cuerpo en tensión. Gritan cosas. Miran hacia un punto cercano adelante suyo. Proyecto mi vista en el mismo sentido. Es un tipo blanquísimo. Gorrito tipo béisbol. Cara enmantecada con protector. Otro gringo de impecable portugués. Lo siguen los otros, no son pocos. Mete miedo ver a tantos tan enojados. El gringo de gorra camina rápido y asustado, pero eso no le impide volver la cabeza y gritarles algo. La manada se le va encima. El blanquísimo corre unos metros hasta el jardín central de la avenida. Lo alcanzan en segundos. Se escucha explotar una botella y los vidrios que llueven al asfalto. Lo rodean. Pierdo de vista al blanco pero las miradas de los otros lo ubican en el piso. Empiezan con una especie de baile. Brazos, saltos, todo en el mismo lugar: lo están pateando. Las dos mujeres parapetadas se hablan entre ellas. Están histéricas. Dudan si salir o no. Salen. Amagan dos pasos hacia el caído, en posición encogida. Vuelven. Se agachan, se levantan. Gritan adelantando la cabeza hacia los bailarines. Reculan. Se vuelven a agazapar. La danza se hace más frenética: tipos parados sobre una sola pierna mientras la otra patea fuerte, los brazos volando para mantener el equilibrio. Siguen. Siguen. Siguen. Un poco a la izquierda del círculo descubro un policía de pantalones cortos. Tiene un bastón largo. Está ahí parado completamente indiferente, como si no pasara nada, mira distraído al grupo. La gente empieza a juntarse. Curiosos morbosos. Tapan la vista. Interrumpen el tráfico. Desde mi trinchera ya no se ve más que un montón de turistas gringos. Algunos de los bailarines se van caminando tranquilos a la playa. Llega la policía. Escucho silbatos que suenan todo el tiempo en un compás epiléptico. Llega una ambulancia. La gente ya se nota aburrida. Se va la gente. Se aclara el panorama y se lo ve al blanquísimo en el piso, boca arriba. Los pies en el asfalto y el cuerpo en el pasto, inmóvil. Le pregunto al mozo si está muerto, me contesta si quiero mais alguma coisa. Pido um coco gelado. A mi derecha, en otra mesa estaban antes una abuela, una madre y dos hijos. Ahora la madre maniobra para que la hija no vea la escena. El nene es más chiquito y ni se entera, juega con una pala de plástico. Un vendedor ambulante me ofrece lentes de sol. Ni lo miro, mis blindajes me hacen también antipático. Llegan más policías. El tipo sigue tirado, nadie le da bola. No veo a los de la ambulancia. Los busco cerca del caído; pero nada. Los policías hablan con gente, tan vaga es la escena que no me permite mayores detalles. De pronto el herido levanta la cabeza, mira a los costados, aún desde donde estoy se lo ve lleno de sangre. No está muerto. Vuelve a apoyar la cabeza en el pasto. La levanta otra vez, repitiendo los movimientos. Los que lo rodean siguen haciendo cosas ajenas a la escena, relajados, tranquilos. Ya me terminé el coco gelado y me aletargo al sol. Siesta de cuarto de hora y vuelvo al bar, la playa y al caído, que sigue ahí. Me despertaron los silbatos epilépticos que recrudecen. Sondeo el coco con la pajita, pero está seco. Otra cerveza me va a dar dolor de cabeza. Pido la cuenta. No aceptan American, sólo Visa. Pago en efectivo, sin propina. Le digo que no a otro vendedor ambulante. Me quedo un rato más al sol sacando fotos con el celular.

      JCh, 13/8/09

lunes, 14 de septiembre de 2009

Autobiografía


Nací.
Me asfixiaron.
Me equivoqué.
Me mintieron.
No sé si aprendí.
Creo que sigo vivo.

JCh, Mtz, 14/9/09

Terso

JCh
Montevideo
Setiembre 2009


El tiempo no se medía en segundos sino en tersos. Piel, curvas, tibiezas. La distancia la perdimos en aquel puentecito de madera, donde empezaba el camino de arena.

Día, noche, qué se yo. La vuelta a un mí que creí amputado, sentí descartado, supe muerto.
Sin afuera, sin adentro, sólo acoplados.

El viento del mar bate las persianas, se presienten las pajas entre los médanos. Esa es otra historia, pista inútil de un afuera remoto.




lunes, 17 de agosto de 2009

Notas de cata - Casa Villarino Bar


Av. Presidente Wilson esquina Av. Calógeras, Rio de Janeiro


        Es una esquina imposible en el centro de Río. A simple vista parece un boteco más, nada especial. Tampoco se lo puede deducir del entorno, la Avenida Wilson a esta altura es una mezcla de edificios monumentales o acristalados, en una mezcla que sólo acá puede quedar tan bien. Caminando por la Avenida Wilson llegando a la esquina con Calógeras, por la mano par, justo después del kiosco, hay un cartelito de acrílico rojo desteñido con letras del mismo material pero amarillas que dicen Casa Villarino Bar, una palabra por renglón.
        La entrada, como te dije, es imperceptible. Apenas te va a llamar la atención una heladerita vitrina puesta en el lado derecho que exhibe cortes de bacalao fresco. Vas a completar la maniobra de ingreso levantando la vista. Te recomiendo que disfrutes lo que vas a mirar antes de verlo (es decir, lo que tus ojos perciben antes que tu cerebro se entere) porque te vas a sentir transportado a los años treinta, los vas a saber aún si no los conociste ni por fotos. Vas a encontrarte con un localcito, revestido en madera antigua, lleno de cosas ricas de todo el mundo con notable preponderancia de vinos. Casi ni se nota la entrada al salón, se pierde entre tantas cosas.
        Te advierto una cosa: llegado este punto, tené claro que si te queda algo de humano e igual decidís gambetear la heladera y entrar, cuando salgas ya no serás el mismo, aunque sea infinitesimalmente, Casa Villarino Bar te va a cambiar para siempre.
        Ahora sí. Entrá al salón. No es posible que sea real porque la entrada, en el localcito, te da las pistas erradas. Sin embargo ahí está. Pisos de baldositas blancas y negras que dibujan cuadrados. Mesas con tapas de mármol. Los frisos de la misma madera que el resto y vitrinas que los continúan hasta el techo, repletas de vinos y destilados. Los frisos que te cuento están remachados con fotos blanco y negro, enmarcadas. Dudo que reconozcas a alguien. Si le preguntás al mozo, te va a decir cualquier cosa. Lo que sí te puedo asegurar es que el lugar respira Historia, y del Arte nada menos. En la pared del fondo, a la izquierda te va electrocutar un póster, también enmarcado, de una exposición de pinturas de Fernando Lobo llamada A Mesa Do Vilariño.
        Resguardado del tiempo por las corazas de madera, te va a caer medio mal descubrir en el menú la dirección web. Y si, tiene una página donde vas a encontrar lo que el mozo nunca te va a saber decir. Como ya supiste sin saber, en este lugar Jobim fue presentado a un tal Vinicius y en esta misma sala se escuchó por primera vez la palabra Bossa Nova, atribuído sin mucha convicción a Fernando Lobo. Acá empezó todo, y se nota.
        Elegite una de las mesitas chicas, para dos. Esas que están apoyadas contra el friso de madera. No dejes pasar los detalles, ahí está la clave de todo: los espejos de bordes manchados por el tiempo, las tapas de luz de estilo victoriano, los ventiladores del año del ñaupa, un reloj de péndulo que marca las diez menos tres de algún día del siglo pasado. Pero tenés que prestar especial atención a las fotos, después te explico.
        El Villarino es un lugar para ir solo, a leer o escribir, a la tardecita o noche. Pedite un vino tinto (tiene que ser un vino de tabla francés o cabernet sauvignon chileno, los argentinos, que hay bastantes, no funcionan), unos quesos y jamón crudo. Estás a dos copas de distancia, recorrela. El lugar se te empieza a meter adentro y como ya te advertí, nunca más se te va a salir. Los de las fotos se empiezan a sentar en las otras mesas, en los mismos lugares de siempre. Escuchalos, hablan con acento carioca pero dá para entender. Comentan con devoción la gesta de Monte Cassino o alguna de las Copas del Mundo, en la mesa grande al lado del espejo, unos trajeados despotrican contra Fernando Henrique, te va a sonar tema conocido. El barbudo en la otra mesita atrás tuyo tira al aire el nombre de Veríssimo Filho. Ellis se pelea con Tom por los arreglos. Lobo hace unos garabatos que terminarán en el póster del que ya te hablé.
        Largá el libro un rato, igual no vas a poder leer demasiado, las voces antiguas te desconcentran. Volvé a las fotos, miralas con detenimiento. Vas a ver gente sentada en estas mismas mesas, posando con el mismo friso en sus espaldas remachado de fotos blanco y negro que son las mismas que ahora. Si me diste bola y te sentaste en la segunda mesita de la pared-vitrina de entrada, a la altura de tu sien izquierda, están retratados dos tipos sentados en la que ahora es tu mesa; un mulato joven y un veterano con aspecto de gringo, parecido a Neustadt. A sus espaldas está colgada una foto, por desgracia velada por la luz del flash, pero es la misma que se está tomando en ese momento.
Los que están ahora no importan. No te enojes, pero vos tampoco. Se te permitió estar ahí para mantener jóvenes las fotos y vieja la madera. Quedate hasta que los mozos, no tan tarde como deberían, empiezen a subir las sillas arriba de las mesas, es la señal, terminó tu tiempo. Cuando camines por la avenida, cantá bajito Águas de Março. También se te metió adentro, para siempre.

São as águas de março fechando o verão
É a promessa de vida no teu coração.


JCh, 14/8/09

Montaña, invierno, helada, noche


        La amaba y la temía. Pero no la tenía. Ni la tendría. Era como una luna, pero en las montañas, no cualquier luna. La de invierno en las noches de helada. En las montañas en invierno. Era perfecta. Era muy perfecta y estaba muy alto encima de las montañas.
        La amaba por ser perfecta, por eso la temía.
        Para alcanzarla me conseguí con los años un hogar de a siete horas por vez, a treinta mil pies de altura. Creí que así la tendría, pero no la tenía. A veces podía y quería espiarla por la ventanilla. Creo que era ella. Esta también era perfecta. Su piso eran las nubes altas. Siempre lo fueron. Apenas debajo de los treinta mil pies. Por eso creo que era la misma. Perfecta.
        Ya no me acuerdo si era o la soñé. Hace mucho ya que no miro la ventanilla, más aún, bajo la cortinita de plástico. Duermo sin soñar durante siete horas. Químicamente inducidas. No la recuerdo ni siquiera cuando subo a la montaña en invierno con la helada y es de noche. Porque ya la olvidé.

Jch, 17/8/09

jueves, 13 de agosto de 2009

Felipe I

      Me levanta de la cama inclusive antes de despertarme. Cuando conecto la consciencia escucho ya estoy despertado vamos a jugar.
      Vestirme, lavarme y abrazarlo es una continuidad que dura un puñado de minutos. Sé que debería ser más estricto, ya no es un bebé. Matamos unos monstruos que andaban por ahí y bajamos a jugar.

JCh 13/8/09

lunes, 10 de agosto de 2009

Caja de miedo

      Ya estoy adentro, es un lugar grande, oscuro, una habitación que conozco. Sé que sus límites están lejos pero la familiaridad me da seguridad. Estoy adentro y de pronto me doy cuenta que hay alguien que me está mirando desde un rincón desde la izquierda de mi espalda. No lo veo pero soy consciente de su mirada amenazadora, furiosa, con ojos inyectados en sangre, está listo para matarme. No puedo hacer nada. Congelado. Siento su terrible presencia. El miedo me llena por completo. Transpirando, confundido y agitado me despierta mi propio alarido, a esta edad la taquicardia no es joda.
      Los sueños en general no se recuerdan, pero éste es diferente, lo fui reconstruyendo en mi conciencia de a pedacitos, de tantas veces que lo soñé. Una y otra y otra vez vuelve idéntico en su desarrollo y desenlace. Está conmigo desde el principio de mi memoria, como un amigo insoportable que viene sin avisar en el momento menos oportuno pero igual nos desvivimos para hacerlo sentir cómodo, lo que lo hace volver y volver y volver.

Just a castaway, an island lost at sea, oh
Another lonely day, with no one here but me, oh

      Olor a verano, sabor a mar y textura sedosa, un mundo fácil, sin complicaciones (si las hubo, la memoria me ha regalado su olvido, gracias). Días simples, de las épocas donde la barra se juntaba en la calle, una logia acnéfila y vinilos comprados con esfuerzo.

More loneliness than any man could bear
Rescue me before I fall into despair, oh

      Las mañanas son olvidables ú olvidadas, lo mismo da. El almuerzo con milanesas caseras. Lo interesante empieza después. Sin acuerdo previo nos vamos juntando en alguno de nuestros lugares: el escalón de la despensa, la viscera del kiosco obviamente naranja o la galería de la carnicería de toldo a rayas verdes y blancas. Ahí se define la estrategia del día.

Ill send an s.o.s. to the world
Ill send an s.o.s. to the world

      Llueve, motivo sin culpa para no ir a la playa y quedarme leyendo. Ando por países de octubre y hombres ilustrados. Entusiasmo adolescente, los libros son devorados uno tras otro mientras mis amigos me empiezan a llamar a escondidas “el traga”, no entenden mis desapariciones de jornada completa de esos días.

I hope that someone gets my
I hope that someone gets my

      Esta noche vamos a comer pizza en Los Cuatro, te cobran el cubierto y comés todo lo que quieras. La legión enfila hacia su destino abarcando toda la calle, poderosos y seguros, con los suéters en la espalda atados por las mangas, cancherísimos. Somos los centuriones y volvemos del saqueo unas horas después con la panza como globo.

I hope that someone gets my

      Asalto en lo de Caio, fui su compañero de primaria pero nunca demasiado amigo. Ese día paso mil veces por el frente de su casa a ver si consigo la clave para entrar. El concilio de la tarde decide que nos apostaremos en la puerta y que yo sea el emisario que negociará el ingreso. Parece que van las chicas del Comercial y esto no se puede dejar pasar. Lo único que importa en la vida son los lentos.

Message in a bottle, yeah
Message in a bottle, yeah

      En este mundo de hombres valientes con hombros dorados sí que estamos cómodos, nos sabemos mirados y admirados por todas las mujeres (las lindas, es decir, las únicas visibles) de Playa Grande, pero no vamos a perder ni un minuto con ellas, ahí viene una que pinta de tubo.

Message in a bottle, yeah
Message in a bottle, yeah

      Sopita y a la cama, el sol me dejó una sensación agradable en la piel, acunado por la ducha tibia y las sábanas de algodón. La ventana abierta sopla un aire fresco con olor a noche, algún grillo y un motor lejano. Mi viejo tose en la cocina, no sé por qué no deja de fumar el boludo. El cansancio de un día entre las olas se siente como una vibración en los músculos jóvenes. Leo en la cama, de a poco las letras se desdibujan, se empantanan las páginas. Se me cae el libro sobre la cara y me despabila lo suficiente para apagar el velador, sacarme los lentes y nada más. El sueño llega suave, acariciante, dulce. Veo la puerta y entro, es un lugar grande, oscuro, una habitación que conozco.

Jch, 8/8/09

jueves, 6 de agosto de 2009

Los mails de los que mueren


      Juan, Q.E.P.D. Qué nombre tan común para alguien tan especial que hizo un culto de la amistad, eso sí, virtual; se jactaba de tener es su lista de correo más de mil direcciones de amigos, todos lo conocían así y por eso la placa de bronce en su nicho dice “juan@gmail.com”. Murió un día cualquiera, nadie sabe cómo ni de qué, lo encontró el portero sobre su laptop. Por encima de su cabeza para siempre inmóvil se leía en la pantalla “tienes 4256 nuevos mensajes”, a lo que nadie prestó atención. Todo estaba inmóvil, especialmente Juan, lo único que daba una sensación de temporalidad era ese ruido de campanita que hace la compu cuando llega un nuevo mensaje, que era casi continuo. Juan vivía solo, no se sabía de qué trabajaba, por su estilo de vida no debía necesitar mucho dinero ya que excepto por el delivery diario de pizza o empanadas que era lo único que comía, no parecía tener más gastos. Parece ser que recibía una renta de alguna herencia o parecido, no daba el tipo exitoso que se retira pronto y acomodado.
      El asunto es que cuando Juan murió, su laptop fue a parar vaya uno a saber dónde (sospecho que a la casa de alguno de los que trasladaron su cuerpo) por lo que los miles de mails acumulados seguirían allí mientras existiera Internet con sus mil amigos preguntando por él sin obtener respuesta alguna, un millar de amigos que no se conocían entre sí, sólo a Juan quien concentraba la atención y el control de esa especie de sistema planetario juancéntrico. Como todos tenían como único contacto a Juan, no se pudo hacer nada para rendirle un último homenaje al amigo entrañable, caprichos de los tiempos, amigos que sólo pueden existir si tenemos electricidad y banda ancha. Con el pasar de las semanas, y luego de varios intentos sin respuesta (Juan era muy querido, por lo que todos y cada uno de sus mil amigos no se daban por vencido), de a poco y con mala gana, dejaron de mandar mensajes que ya sabían no serían respondidos. Según el carácter de cada uno, iban rindiéndose ofendidos, enojados, desilusionados, abandonados... mil individuos sin duda componen un completo muestrario de las emociones humanas.
      Yo me enteré de todo esto porque vivía en el departamento de al lado, y cuando el portero fue a forzar la puerta para ver qué pasaba, asustado, me llamó para que fuera con él, y su intuición no le falló, pobre.

      Años después del suceso referido, me encontraba caminando por una calle en una de esas ciudades antiguas de Europa, laberintos abigarrados de casas en irreversible decadencia con olor a cebolla, curry e hígado frito las veinticuatro horas, siempre preservadas en el medio de alguna ciudad mucho más razonable, estas verrugas medievales siguen ahí para albergar inmigrantes ilegales y restoranes para turistas.
      Ya hacía un buen rato que daba vueltas sin rumbo fijo y ya me estaba aburriendo, buscando la forma de salir adivinando el rumbo en carteles en un idioma con todos los acentos posibles y alguno más. Andaba con ganas de ir a escuchar algo de jazz. Me gusta el jazz europeo, debe ser por lo que Django cambió para siempre en esta música, pero que no arraigó en América, fuckin' frenchies. Me llamó la atención una escalerita entre dos casas que descendía hasta la pequeña bahía con veleros y algunos botes que los paisanos usan para procurar la pesca del día. Vista desde la calle por la que estaba subiendo, este pasadizo invitaba a cortar camino hasta la costa donde seguramente encontraría el consuelo de una cerveza o vino sentado a centímetros del mar tranquilísimo. Sin dudarlo un instante, encaré con renovado entusiasmo el pasadizo, apenas un poco más ancho que mis hombros, si fuera un gordo de verdad, me quedaba encallado como en el cuento de Winnie Pooh, los escalones de piedra gastados, percudidos, desparejos y un poco quebrados (por su manufactura, guerra, terremoto o todo eso combinado) obligaban a prestar atención a la operación, por lo que yo sólo miraba la escalera calculando distancias y velocidades para el próximo paso. La escalerita era más larga de lo que parecía a primera vista, pasa lo mismo cuando estás en la montaña y mirás hacia abajo, como sea, mi atención en el piso quebrado no me pertimitía ver qué había en las paredes de los costados, pero por ese efecto que llaman visión lateral, sabía que las paredes eran altas y tenían salpicaduras de ventanas.       En mitad del descenso me toca pasar al lado de una ventana puesta más o menos a la altura de mi cabeza, me llamó la atención el relativo buen estado del conjunto: una de las hojas estaba apenas abierta, y unas cortinas de encaje blancas. Al pasar justo por debajo escuché una voz en mi idioma y acento que dice “tengo los mails que Juan nunca contestó”.

JCh, 2/8/09

Bed & Breakfast

      Parece que es temprano para los desayunadores, somos pocos, esos deben haber llegado anoche, gringos redneck, hay demasiadas tazas boca abajo en su platitos, vírgenes todavía esta mañana, que mal que dormí, el pollo me salió bárbaro, pero me pasé con el vinardi, me cae pesado y después estoy a las puteadas, toda la noche con pesadillas pero no me acuerdo ninguna, que sed de mierda toda la noche, que cagada, está el pesado de ayer, para qué le abré compartido el vino, el boludo se creyó que el chinchín era un ritual de hermanamiento entre clases sociales, la puta madre, no podía creer las idioteces que me decía, “trivialidades” como me gusta decir a mí en mi nueva pose de escritor maldito, tanto me rompió las pelotas con lo del traslado a Rosario que empecé con la sanata del pibe sofisticado que conoce el mundo y le abro mi corazón contándole lo sacrificado que es viajar en avión, concer países, todo sea por la familia y como era de esperar este nabo se creyó que un semidios le permitía acceder a su intimidad, a medida que yo seguía hablando el tarado cada vez se ponía más chupamedias, ofreciéndome consejos de tipo con un camión de experiencia ya que es hijo de padres separados, de qué mierda me habla, encima eza voz de pito es insoportable, para que le habré convidado vino.
      Qué suerte que me levanté temprano, ahí viene, pobre, está hecho mierda, si lo sabré yo que soy hijo de padres separados, claro, un tipo importante como él no debe poder parecer que está mal, debe tener cosas reimportantes para hacer y esa gente no es joda, que golazo venir a esta pensión, que envidia que conoce el mundo y en cuantos países estuvo, encima me dijo que habla tres idiomas, que suerte, fachero, con guita y remacanudo, para mí que tiene quilombo con la jermu, sino que hace viviendo en una pensión cerca de su casa, el pobre se rompe el culo laburando y mira vos, mi gordita es de fierro, esta sí que no me deja a pata, se arregla con las dos lucas del reparto, al final la guita no da la felicidad como dicen. Hola buen día sentate acá vení querés el diario igual yo ya lo terminé de leer toma una tostadita el pan esta recién hecho ponete cómodo dormiste bien yo me levanté tempranito a tomar unos mates con el muchacho que te conté se iba hoy a las siete a la isla me salí a fumar un cigarrito y me cagué de frío no se veía nada de la niebla que había que cagada como estas bien la verdad esta pensión esta buena pero me dijeron que venga en setiembre. Gordi, ¿queré una tostada?
      Tren de la costa y despues tren hasta retiro estacion toma cuarenta minutos de viaje. El barrio de san telmo ese tipo recomendo a mi puede ser salvable, dijo yo tengo que tomar un bus o por taxi. Jim me lo recomendo tambien por el tango perfomance cuando leyo ese libro pero no era san telmo, he recuerdo parque yaz. Tengo que hacer una decision sino no tengo tiempo de falls. Como vengo a puerto pyramid? Por bus dos jornadas, por vuelo ayica mi presupuesto. Este tigre apesta, la guia dice subtropical foresta, fucking frio me estoy congelo. El ronda en vessel apesta, estupido tipo. Yo mejor pago y voy San Telmo, dice que hay nice hostels.
      Estos negreros no me dieron franco por la última semana de vacaciones, hijos de puta me pierdo el cumpleaños de la Claudia y yo acá con estos gringos de mierda; qué quilombo dejaron en la cocina, deben vivir como chanchos, drogadictos, fuman esa cosa que tiene olor a pasto quemado y se ríen como boludos. Y ésta que otra vez me cagó y llegó tarde así que otras vez la boluda arregló el quilombo ella solita y la quincena es igual para las dos; esa Claudia no se qué se cree, la Reina de Java porque se enganchó a ese pelotudo que se la da de agrandado porque trabaja en el Centro, lo deben usar de trapo de piso y acá se hace el piola, vamos a ver si se agranda cuando le metan una patada en el culo.
      Críticas al Gobierno en la inauguración de La Rural. El campo dice que ya no es una vaca a la que se ordeña mansamente. Otra colección de la Segunda Guerra Mundial, la verdad ya tengo los huevos llenos, mejor le entro a escribir y leer lo que Francisco me dice, está bueno, sale fácil, el problema es que salga bien. No sé para qué leo el diario el domingo. Chile, Brasil y Uruguay adelante, a pesar de haber llegado a la democracia después de Argentina, muestran un mayor grado de desarrollo. Puta madre, que cagada este país de mierda, me chupa un huevo esta mierda, tengo que seguir laburando para afuera. A pesar de las promesas de cambio, no hay soluciones a los problemas de fondo ni a las retenciones. El campo en estado de alerta una vez más. ¿Cómo pueden ser tan inútiles? Uno se rompe el orto estudiando y haciendo bien las cosas y estos conchudos se atornillan en el Congreso y se comen las eses Este pesado me sigue chupando las medias, mejor sigo con el diario y no le doy bola, que se vaya a cagar, igual no se va a dar cuenta. ¿Qué carajo me importa que maneje una camioneta de reparto? Grasa. ¡Chau viejito, la verdad fue un gustazo conocerte, espero que nos veamos de nuevo por acá! ¿Dijiste que venías para Setiembre? A lo mejor nos vemos. ¡Un gustazo che!


Jch, 2/8/09

viernes, 31 de julio de 2009

El grupo de los Jueves

Incluído en "El Libro de los talleres", Ed. Dunken.

Faltan veinte minutos para que termine la reunión de este jueves. Hoy ha sido el turno de L, su texto ha sido criticado secuencialmente por los demás. La forma de la crítica también es importante, no importa lo que se diga, siempre debe ser expresado con formalidad y corrección: es un momento muy delicado para el autor, que en la próxima será a su vez crítico. La reunión termina a las diez en punto. La mesa es redonda y las sillas tipo oficina, la cantidad exacta aunque no parezca. Así funciona el grupo.
El argumento se le ocurrió a L la tarde anterior y no le tomó más de dos horas alcanzar la versión final: un mago famosísimo que, practicando frente al espejo, hace un pase de manos y se desaparece a sí mismo. L temía que una historia así fuese demasiado obvia, por el contrario, fue muy bien recibida y casi todos destacaron también la construcción del relato. Un claro avance en la técnica de L que se refleja en la mirada satisfecha de S.
En su primera reunión, O es el último en comentar. Su fotocopia del cuento tiene unas cuantas anotaciones en el interlineado, hechas con una cursiva tan impecable como su pluma, sus dedos, sus manos. Se aclara la voz y dice que le gustó mucho el trabajo de L. Aunque con el mayor de mis respetos, y con el permiso de los demás, en especial del autor, claro que todavía no entiendo de técnicas narrativas y no me siento aún en condiciones de opinar sobre eso, me voy a limitar a la historia misma, que la verdad me parece una cagada.
La pluma de O hace un ruidito ahogado al caer sobre el papel. Seis ojos de tres cabezas se clavan en su porción de mesa. Un pie no identificado comienza un tableteo regular, transmitiendo una ligera vibración a la mesa de trabajo. S salta al termo de café, intomable a estas horas. T limpia sus anteojos con una servilleta de papel mientras otra se hamaca hacia el piso. L está muy concentrado en sus papeles y revisa su cuaderno hoja por hoja. El pie que tabletea anilla la superficie del café de S, que mira dentro del vasito de plástico como hipnotizado. En uno de los lentes de T sobrevive una impureza: más servilletas. L se sigue esmerando con sus papeles, hace anotaciones. Nadie habla, todos tratan de no ver la silla vacía, se espían furtivamente sin mover la cabeza. El pie tabletea.

La aguja larga llega al número doce, la corta ya está en el diez. Todos se atropellan hacia sus abrigos. Escalera hasta planta baja y en la calle alguien saluda hasta el próximo jueves. Queda un sobretodo en el perchero y una pluma en la mesa.

Jch, 8/8/09

La Obra


      Esta noche conocí el significado de la palabra “monástico”, así de improviso y sin avisar, como toda revelación que se precie de tal, la puerta que abrió el dueño de la pensión devenida en un dolarizado Bed & Breakfast descubrió una habitación que será mi hogar por un tiempo aún desconocido; cama de una plaza que me remite sin escalas a los primeros años de la memoria cuando todo es tan fácil pero que sólo nos enteramos mucho tiempo después; la mesa de luz tan recién hecha que tiene un poco de aserrín y olor a madera cortada demasiado pronto, sin pintar, desnuda, el cajoncito y un estante mínimo para mis libros cuyas tapas miran a la pared de la derecha donde se encuentra lo que el propietario imaginó como un escritorio, en una audaz demostración de creatividad y que en realidad se trata de una tablita sostenida por dos caballetes formando un conjunto tan bizarro que debería estar expuesto en algún museo de arte moderno de los importantes con un título estilo “Dos Atlas” y que sería admirado por los críticos y calificado como “inquietante”, que es lo mismo que a mi me provoca su contemplación al intentar imaginarme dónde acomodar la laptop, papeles, lápices y demás presintiendo que es el precio a pagar por poseer semejante Obra de Arte escrita así con mayestáticas mayúsculas mayores y que abandonaré con dolor el día que deje el Claustro en fecha que me atormenta por lo inasible y lo incierto del destino, como sea ya no veré nunca más a mi ya venerado tesoro forestal que acompaña en material, textura, tratamiento y escaso gusto al armario que por alguna razón concentra toda la atención en la vista del cuarto, probablemente envidioso del virtuosismo de La Obra sólo le queda ese recurso para no sentirse menos por eso se apostó ahí recostado en la misma pared donde está la puerta, alineado a la perfección con la cama que cuando es visto desde ella crea una sensación de continuidad con mis pies de zapatos puestos reposando sobre la colcha en un acto de necesaria reivindicación en estas horas difíciles pero apacibles acentuadas por la ausencia de todo medio electrónico con excepción de mi amada laptop roja, la cual también crea esa sensación de continuidad pero esta vez de mis dedos de cutículas roídas por la ansiedad del Naufragio, y si lo pienso un poco mejor bien podría ser que mi atención obsesiva hacia la madera sea porque ésta flota cuando todo lo demás se hundió y estos muebles evitan que me ahoge mientras espero el rescate o la playa, inevitablemente unidas a la fecha que me atormenta por su cruel dualidad pero no con la redondez del yin y yan sino la violencia de dos corrientes marinas que chocan y crean esos remolinos nórdicos que si no me equivoco se llaman maelstrom, palabra que escribo dejando los múltiples acentos, diéresis y demás parásitos torturadores de escolares para algún descendiente de aquellos antiguos y poco creíbles vikingos, siempre útiles a la hora de la épica de 35 milímetros fabricada con orgullo en la Costa Oeste de los Estates, país que a pesar de haber ollado unas cuantas veces nunca terminé de entender y ni empecé a querer, en especial por la cantidad de manteca que le ponen a los helados que ni se comparan con el helado Claustro que no tiene ni vestigios de contenido graso, mas bien recuerda el sabor de las galletas de arroz obligatorias en las dietas pre-zunga; por suerte y antes de perder toda esperanza de dormir sin hacer vapor con el aliento mi ya entrañable Propietario me devela el arcano: el aire acondicionado es frío-calor y además funciona, por lo que mi morada resulta posible de morar y por su austeridad sólo de forma moral; si mi intención era la de lograr un tiempo-espacio de reflexión y distancia parece que la metáfora me atacó y se convirtió en realidad apenás coloreada por mi incorregible romanticismo; acomodo como puedo mis cosas, con ganas que se fueron gastando en ya incontables viajes y hoteles, de todos los cuales sólo lamenté la pérdida de una media sin estrenar, me sirvo un etiqueta roja en un vaso berreta y me voy hundiendo en una dulce melancolía sin acordarme de la partida.

sábado, 25 de julio de 2009

Ella Duerme

Ella duerme
el cuarto es la nave que la lleva
en suave viaje a ese mundo
soñado, añorado y temido

Sueña y despierta
la paz de la Nada la abraza
las voces lejanas
está a salvo

¿A qué a abismos le teme?
¿Quién te hizo doler tanto la Vida?
¿Duele tanto la vigilia?
¿El silencio signfica algo más?

Ella duerme
la luz del día es amenaza
que la nave siga su viaje
ella duerme

Trivializacion (ejercicio de puntuacion)

Versión con oraciones largas.

La noche no tiene nada de especial, con la seguridad que eso implica: la cena, los chicos durmiendo y el ritual cotidiano del zapping antes de dormir, seguramente el salto furioso se detendrá en alguna película insignificante pero colorida.

El brillo de la pantalla ilumina mi cara en el clásico cliché archiconocido, luces destellantes que vistas desde fuera del cuarto parecería una habitación donde se esta practicando un exorcismo (también de película).

Casi al azar me detengo en uno de los canales que transmiten el correspondiente programa donde compiten personajes con un supuesto potencial de artistas son sistemática y prolijamente desmembrados por un jurado de supuestos notables: los estragos que hace el hambre.

Segundos después, ya al límite de mi aguante, el pulgar se deposita apenas sobre el botón de channel y en milisegundos estoy en el canal vecino. Esta vez un noticiero que muestra el video del atentado suicida del día de hoy: la Nada y la Tragedia a un click de distancia.

Prefiero apagar la tele y leer alguna cosa, mi último pensamiento antes de hundirme en el sueño es cómo la pantalla plana se ha convertido en la metáfora perfecta del mundo de hoy.


Versión con oraciones cortas

Esta noche no tiene nada especial. Una más con su rutina sin dudas reconfortante por su previsibilidad. El silencio llegó en simultáneo con el sueño de los chicos. Me acuesto y ejecuto el acostumbrado preludio del zapping. El cliché de la cara iluminada por los destellos de la pantalla.

Algo me hace detenerme en el popular programa de desmembramiento de descubrimiento de nuevos talentos televisivos. Pobre gente con berretín de talentosos. Una inquisición electrónica con tribunal de dudosos notables.

Apenas a un canal de distancia veo en un noticiero el nada especial atentado suicida del día. Menú fijo elegido por un cheff sin duda diábolico, probablemente accionista principal del noticiero.

No hay caso, la tele es así. Mi último pensamiento antes de dormir es que perfecta metáfora de nuestro mundo es la pantalla plana de la tele en que lo miramos.