lunes, 17 de agosto de 2009

Montaña, invierno, helada, noche


        La amaba y la temía. Pero no la tenía. Ni la tendría. Era como una luna, pero en las montañas, no cualquier luna. La de invierno en las noches de helada. En las montañas en invierno. Era perfecta. Era muy perfecta y estaba muy alto encima de las montañas.
        La amaba por ser perfecta, por eso la temía.
        Para alcanzarla me conseguí con los años un hogar de a siete horas por vez, a treinta mil pies de altura. Creí que así la tendría, pero no la tenía. A veces podía y quería espiarla por la ventanilla. Creo que era ella. Esta también era perfecta. Su piso eran las nubes altas. Siempre lo fueron. Apenas debajo de los treinta mil pies. Por eso creo que era la misma. Perfecta.
        Ya no me acuerdo si era o la soñé. Hace mucho ya que no miro la ventanilla, más aún, bajo la cortinita de plástico. Duermo sin soñar durante siete horas. Químicamente inducidas. No la recuerdo ni siquiera cuando subo a la montaña en invierno con la helada y es de noche. Porque ya la olvidé.

Jch, 17/8/09

No hay comentarios.:

Publicar un comentario